pedir cita
  Tel: +34 91 436 26 36

Terapia psicológica ¿sí o no?

¿Por qué hay personas que, pasando por situaciones complicadas que les generan un sufrimiento emocional importante, no se plantean la posibilidad de buscar ayuda profesional y acudir a terapia psicológica?

Cuando les he preguntado si lo consideraban una opción posible me he encontrado con respuestas un tanto estereotipadas, tales como: “no, no lo he pensado porque tengo que poder resolverlo yo solo“, “me sentiría cobarde si tengo que pedir ayuda”, “ ¿yo? ¿Ir a un psicólogo? ¡Nunca! ¡No estoy loco! “¿cómo voy a hablar de mis cosas a alguien que no conozco de nada?”, “me da miedo”, “no, no iría y si fuera, tendría que mantenerlo oculto”.

Paralelamente a este tipo de pensamiento, se da un hecho interesante. Y es que aumentan las consultas en atención primaria por aspectos emocionales. Terminando muchas de ellas recibiendo un tratamiento farmacológico que pasaría a ser la solución milagrosa sin que la persona tenga que cuestionarse nada acerca de su malestar. El fármaco “quitaría” el dolor de vivir, a modo de anestesia, así como la depresión, la ansiedad, la angustia … ¡hasta la tristeza!

No niego que los fármacos tengan su lugar en el tratamiento de una persona, según el caso. Lo que está claro es que en muchos casos no resuelve el problema solo alivia los síntomas.

Terapia psicológica sí o no

Pensamiento actual, ¿qué está pasando?

Los ideales del momento actual: ser exitoso, sentirse “realizado”, ser autosuficiente, ser felices (nuevo amo de esta época), no tener límites (si quieres, puedes…) están complicando la vida actualmente. Si no eres feliz de continuo es que algo estás haciendo mal; si no puedes conseguir algo aunque lo quieras y desees intensamente, la frustración está garantizada; si tienes alguna limitación o dificultad para lograr algo es que no te estás esforzando lo suficiente; si te sientes mal porque ha fallecido un familiar, esto quiere decir que no sabes “gestionar” tus emociones, como si éstas fueran un tema contable.

Cada vez aumenta más la dificultad para manejarse con el malestar propio por el simple hecho de estar vivos.

Se tiende a “patologizar” el malestar y el sufrimiento, de manera que no se tolera el displacer. Un buen ejemplo son los casos de duelo, donde no se permite la tristeza, y se la denomina depresión. Estar tristes deja de ser algo humano para convertirse en un síntoma patológico, que en muchos casos requiere de tratamiento farmacológico.

Estamos perdiendo un poquito el norte.

Más que eso, volvemos nuestra vida aún más difícil, cuando al negar el dolor de existir, mantenemos ideales un tanto “torturantes”, como el de querer lograr una perfección imposible, dificultándonos el buscar nuevas maneras posibles de lidiar con las contingencias de la vida.

Por supuesto que los motivos por los que alguien acude a la consulta del médico de atención primaria, son todos legítimos, pero ya se decía, “nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”. Pues bien, sería de ayuda poder cambiar de cristal en muchas ocasiones ya que con el cristal de los ideales actuales, vivir es como una carrera de 100 metros valla, y no una carrera de fondo.

Se está perdiendo la humanidad, si por ella entendemos el que no podemos con todo, que necesitamos del otro. El “si quieres, puedes” no es cierto, sólo es una afirmación muy actual que esclaviza a las personas sometiéndolas a tener que “rendir” cada vez más y mejor.

El poder no depende solo de querer algo, hay muchos más aspectos implicados en poder conseguir lo que se desea.

El dolor, el sufrimiento y la frustración, forman parte de la vida, de estar vivos.

 

¿Para qué una terapia psicológica?

Hay momentos, situaciones particulares, o malestares generales, en los que la intensidad de ese sufrimiento se eleva a unos niveles que la persona siente que se desborda emocionalmente, no entiende qué le está pasando ni por qué. O sabe parcialmente con qué tiene que ver su malestar, pero éste le continúa resultando excesivo.

“Es como si mi vida se hubiera detenido”, “no sé qué me pasa que no tengo ganas ni fuerzas para seguir adelante”, “me ha pasado esto y ha marcado un antes y un después en mi vida, no sé cómo reaccionar con mi pareja, o con mis hijos” “ me he dado cuenta de que siempre repito las mismas cosas”, “ siempre busco el mismo tipo de parejas”, “ no logro entender por qué quiero una cosa y hago la contraria”, “no puedo dejar de pensar las mismas cosas una y otra vez, ¡me agoto!”.

Plantearse hacer una terapia no necesariamente ha de ir asociado a un momento de padecimiento. Hay personas que la inician, aparentemente, para lograr conocerse, saber acerca de su mundo interno, de cómo son sus vínculos personales, y sobre qué aspectos le hacen cuestionarse a sí mismo. A pesar de esto podemos decir que es más que probable que haya motivaciones inconscientes, que le lleven a plantear esta demanda de terapia en ese momento.

Con frecuencia se acude a terapia con la expectativa de que sea el profesional el que resuelva el malestar de la persona.

Terapia psicológica

Tiempo cronológico-tiempo subjetivo

Algunas veces en la consulta me he encontrado con pacientes con este tipo de expectativas. Recuerdo un caso en el que en la segunda sesión un paciente me dijo: “oiga que ya he venido dos veces y sigo igual”.

Quién busca empezar una terapia, ira marcando su propio ritmo subjetivo. Cada persona es única. El tiempo en una terapia no se regula por el tiempo cronológico, el refrán “vísteme despacio que tengo prisa” sirve para pensar esta cuestión del tiempo.

Al igual que un arquitecto, que tiene que acometer la reforma de una vivienda, no entra con la maza tirando muros, sino que necesita hacer sus cálculos, mediciones, localización de muros de carga, realizar planos  etc., el psicólogo necesitará ir conociendo a la persona que tiene enfrente. Escuchar su malestar, saber qué aspectos le funcionan en su vida, cómo se defiende de lo que le ocasiona su sufrimiento. Tendrá que ir ubicando qué le pasa, desde cuándo, cómo empezó, cómo lo explica la propia persona, es decir sus hipótesis personales.

En estas entrevistas, el profesional también irá evaluando qué tipo de terapia estaría más indicada, pudiendo haber casos en los que se valore la conveniencia de empezar con una terapia de grupo. Los relatos de los distintos compañeros del grupo, actúan como disparadores de asociaciones personales con la propia historia. Escuchará distintas maneras de abordar las dificultades y las contingencias de la vida.

En realidad, la terapia de grupo es un desafío a su propio narcisismo. Se es uno más dentro del grupo. Esto no elimina que se siga siendo una persona única.

La dinámica de una terapia individual y de grupo, son distintas. La terapia grupal no es para todas las personas, y no cualquier persona favorece la dinámica grupal.

Es por esto, que será el terapeuta junto con el paciente, los que vayan viendo el tipo de terapia más adecuado en ese momento concreto de su vida.

Tanto la terapia individual como la de grupo, apuntan a que la persona pueda conocer los aspectos inconscientes que están sosteniendo sus síntomas, para de este modo ir cambiando su posición subjetiva. 

Lo que se puede lograr con una terapia, es que haya una cierta “armonía” ahí donde había un conflicto entre los valores propios y los transmitidos familiarmente, por ejemplo. A una persona le han transmitido desde pequeño que lo valioso es casarse, comprarse una casa y tener hijos. Conoce a una mujer y cuando la relación va viento en popa se empieza a angustiar sin entender por qué. Una posibilidad será que, de manera inconsciente, empiece a poner palitos en la rueda para evitar que la relación prospere.

Él nunca se atrevió a cuestionar aquellos valores familiares, y por tanto si tiene pareja ésta queda asociada a tener que cumplirlos.

La angustia será la que delate un conflicto inconsciente entre los “mandatos” familiares, y sus propias expectativas personales, por ejemplo, querer viajar, destacarse profesionalmente, no desear tener hijos, preferir alquilar en vez de comprar…Podría ser, que esta angustia que no entiende, fuera la que le motivará a realizar una consulta psicológica.

Este ejemplo pone de manifiesto que la persona es más que su lógica racional. Ya sea en grupo o en terapia individual, el trabajo pasará por descubrir la lógica singular que lo mueve.

Cómo comentaba una paciente, “lo que más me gustó fue cuestionarme cosas que siempre había dado por hecho y cómo esto me dio nuevas posibilidades”.

¿Necesitas ayuda psicológica y emocional?

Si necesitas acompañamiento emocional, en D-Médical contamos con María Eugenia Muñoz Fernández, Psicóloga Clínica y especialista en diabetes de adultos, cuyo desarrollo profesional se lleva a cabo dentro de la Unidad de Diabetes de la clínica. Contacta con de D-Médical a través de nuestro formulario, de nuestro correo: info@d-medical.es o llámanos al 91 436 26 36 y pide ahora tu primera consulta.

Este artículo, escrito por María Eugenia Muñoz Fernández, especialista en Psicología Clínica, ha sido publicado en la Revista Entre Todos, Nº 135. Asociación Diabetes Madrid. www.diabetesmadrid.org.