Durante décadas fue invisible. Afectaba a millones sin nombre ni tratamiento específico. Pero hoy, la diabetes asociada a la desnutrición tiene por fin una identidad: se llama diabetes tipo 5 y su reconocimiento marca un antes y un después en la historia de esta enfermedad. La Federación Internacional de Diabetes acaba de oficializar su categoría, abriendo la puerta a nuevas investigaciones, tratamientos y, sobre todo, justicia sanitaria para quienes más lo necesitan.
Diabetes tipo 5: la nueva forma de diabetes que cambia el mapa de la salud global
El 8 de abril de 2025, en el Congreso Mundial de Diabetes celebrado en Bangkok, la Federación Internacional de Diabetes (FID) votó a favor de reconocer oficialmente un tipo de diabetes hasta ahora ignorado: la relacionada con la desnutrición crónica. Su nuevo nombre, diabetes tipo 5, le otorga una categoría propia, diferenciándola claramente del tipo 1, el tipo 2 y otras formas previamente reconocidas (como la diabetes «tipo 3» debida a otras causas, como genes individuales, enfermedades pancreáticas exocrinas como la fibrosis quística o diabetes inducida por medicamentos/productos químicos; y la diabetes «Tipo 4», que es la diabetes gestacional).
Este hito es fruto del trabajo incansable de investigadoras como la Dra. Meredith Hawkins, profesora de medicina en el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, quien desde hace años estudia esta forma de diabetes en poblaciones muy empobrecidas de Asia y África. De hecho, se estima que entre 20 y 25 millones de personas en el mundo viven con esta enfermedad, muchas veces mal diagnosticadas y peor tratadas.
Un perfil único y mal comprendido
La diabetes tipo 5 afecta con mayor frecuencia a adolescentes y adultos jóvenes delgados con un índice de masa corporal (IMC) por debajo de 19, en contextos de pobreza y desnutrición. Aunque hasta ahora solía confundirse con la diabetes tipo 1, hay diferencias clave:
- Los pacientes no desarrollan cetosis ni cetonuria, aunque tengan niveles altos de glucosa.
- Necesitan insulina, pero en dosis muy pequeñas, ya que un exceso puede ser letal.
- No presentan resistencia a la insulina como en el tipo 2, sino un déficit profundo de su producción.
- Suele tener su origen en deficiencias nutricionales durante la infancia que afectan al desarrollo pancreático.
Un cambio de paradigma
Durante años se pensó que esta diabetes se debía a la resistencia a la insulina, pero los estudios liderados por la Dra. Hawkins demostraron lo contrario. Al analizar a decenas de hombres indios asiáticos, su equipo halló patrones metabólicos únicos: menor secreción de insulina, menor producción de glucosa endógena y niveles más bajos de grasa visceral que en otros tipos de diabetes.
Estos hallazgos no solo redefinen el tratamiento, sino que podrían cambiar la vida de millones. En lugar de inyecciones de insulina, muchos pacientes podrían beneficiarse de terapias orales combinadas con una dieta específica rica en proteínas y micronutrientes esenciales.
Un paso hacia la equidad en salud
La diabetes tipo 5 fue descrita por primera vez en 1955 en Jamaica y, aunque llegó a ser clasificada por la OMS en 1985, la falta de evidencia sólida llevó a eliminarla como categoría en 1999. Hoy, 70 años después, su reconocimiento formal abre la puerta a investigaciones más profundas, desarrollo de guías clínicas y, lo más importante, formación para los profesionales sanitarios en países donde esta condición es frecuente.
El nuevo Grupo de Trabajo sobre Diabetes Tipo 5, liderado por la Dra. Hawkins y el Dr. Nihal Thomas desde India, tiene como misión establecer criterios diagnósticos, tratamientos efectivos y crear un registro global de casos y estudios.
“Se trata de equidad, ciencia y de salvar vidas”
Así lo dijo el profesor Peter Schwarz, presidente de la FID, durante el congreso en Bangkok. Y es que este avance no solo representa un cambio científico, sino también un acto de justicia hacia comunidades históricamente invisibilizadas en los sistemas sanitarios.
La diabetes tipo 5 nos recuerda que, detrás de cada diagnóstico, hay una historia marcada por desigualdad. Y que la ciencia, cuando escucha y se adapta, también puede ser un motor de cambio social.